lunes, 28 de octubre de 2013

Already.

Ese día no esperaba nada. Siempre había llegado tarde, y eso se había vuelto su hábito. Se encontraba encerrado en su propio mundo, aceptando su triste condición.
No siempre fue así. Por años había luchado contra ella, pero la realidad lo empujó más y más hasta llegar al borde: esa línea imaginaria, tan perfectamente calada en el suelo, que delimitaba el punto desde el cuál ya no habría retorno. No la podía ver, pero si la sentía. El solo tenerla próxima, lo debilitaba aún más.
Ya no sabía más que pensar, pero sus ojos reflejaban lo que él no podía pronunciar. Se volvieron negros, irradiantes de malos deseos. Los buenos recuerdos se esfumaron. Su boca no hizo más que una mueca.
Tal vez estaba marchito por dentro; o tal vez eso es lo que deseaba. Si me lo preguntan, atinaría a decir que estaba más vivo que nunca: ningún muerto pasa por el mismo dolor, ese maldito dolor que hoy lo envuelve.